Fuente: Bengoechea, Ismael y Martínez-Blat, Vincente (1988): Lo mejor sobre María
Según este dogma, la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, terminado el período de su vida terrestre, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. Pío XII definió el dogma en 1950, en la Bula Munificentissimus Deus. No queda definido si la Virgen murió o no. Sólo que su cuerpo no quedó sometido a la corrupción del sepulcro, y que ha sido ya glorificado. La profecía contenida en Génesis 3, 15 insinúa esta verdad al anunciar la victoria de la mujer y de su Hijo sobre el pecado y sobre la muerte. Lo mismo parece desprenderse del Cap. 12 del Apocalipsis. Por su parte, el Vaticano II ha dicho: «La Madre de Jesús, ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada» (LG 68).
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