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ORTIZ JOSÉ JOAQUIN [1814-1892]



Himno a la Virgen

Quiero entonar un canto de alabanza
a la Virgen gloriosa:
pero la humana voz ronca y medrosa
mi ardiente amor a retratar no alcanza.
Así el águila audaz al éter vago
enamorada de la luz se lanza,
y en el piélago inmenso sumergida
las victoriosas alas estremece
y a los humanos ojos des parece.

Oh, si la voz grandísona tuviera
con que la inmensa mar su queja exprime
al golpear un polo y otro polo
y el eco tiembla cr. la región sublime:
si de todas las hijas de los aires
tuviera la acordada melodía,
cuando saludan el albor primero
que baña el cielo al asomar el dia;
si la voz del arcángel inflamado
en la increada Luz, cuando la gloria
del que venció a la muerte y al pecado
en su lira inmortal gozoso canta
Ioh! nunca lograría
cantarte dignamente, Virgen santa!

Va a apagarse mi lámpara nocturna.
Yo velo solo aqul! y oigo el aliento
del hijo mio que en su cuna duerme,
como en su nido la paloma inerme.
De su pecho el p:lUsado movimiento
con las oscilaciones armoniza
de la expirante luz, que aclara ahora,
y ahora deja en sombra el cuadro bello,
fijo en el muro, de la gran Señora.

Oh Virgen! he pedido ardientemente
al corazón de mi ternura el himllo;
mas calló se asustado.
La canción a mi lira he demandado,
mas consonar no pudo al santo nombre.
La tempestad que hiela
el corazón del hombre
¿también alcanza, en su funesta ira,
a humedecer las cuerdas de la lira? ...
y he de enton:¡r, con todo, mis cantares
hoy que, rindiendo de su amor el culto,
de fresco lauro y flores
todo el mudo corona tus altares!

¿Cuál es el nombre más süave y puro
que te ha dado en su amor, Señora, el hombre?
El te llama Esperanza
te apellida Consuelo,
t:strella de la Mar, Puerta del Cielo ....
Mas 1ah! que ningún nombre
con el de Madre a competir alcanza!
y tú, Reina del Ciclo esclarecida,
tú quieres que te invoque de esa suerte
el mísero mortal, nacido en crimen
y esclavo de la muerte,
porque probaste el amargor del llanto
en misera orfandad. No conducida
por el Hijo del hombre al Tabor fuiste
a contemplar el rapto de su gloria;
mas entre olas de plebe enfurecida
que baldonaba al Justo
su infame muerte a presenciar subiste.
La idea del dolor vaticinado
y del dolor la realidad cumplida,
formaron de la trama de tu vida
un martirio es flantoso y prolongado.
De la maternidad el Ranta gozo
que a las hijas de Adán acá en la tierra,
hace entrever el cielo,
fue para tí amargado
con imagen de muerte y desconsuelo.

Hija del Rey nacida en la pobreza,
crecida en soledad y en abandono,
a arropar no bajó tu humilde cuna
ni un girón de la púrpura del trono!
Peregrina, a la tierra
del cautiverio antiguo de tu pueblo
vas huyendo del odio de un tirano ...
Vientos tempestuosos de la Arabia,
que barréis los inmensos arenales
del gran desierto con funesta rabia,
la caravana respetad que lleva
una mujer, un niño y un anciano!
Nubes! tended encima un denso velo
que temple del estío los ardores.
Oh ángeles! Vosotros
acompañadla plácidos, el suelo
donde estampare su pequeña huella
la celestial doncella
alfombrando de flores!
y el frescor grato de sus anchas copas
tiendan las palmas, y la clara fuente
su blanca espuma sobre verde grama
de sus límpidas ánforas derrame
y a descansar a los viajeros llame.

¿ Quién es esa que sube
de Nazaret a la montaña santa
con reposada planta,
hermosa cual la luz cuando amanece
de aroma envuelia en nacarada nube?
Ciñe en su frente leda
rosas que en jericó la brisa mece;
sobre sus hombros benos
bajan en aureas ondas los cabellos;
la muelle y suelta seda
en torno de sus miembros delicados
en amorosos pliegues se derrama
al vaivén de los vientos entrgados.
y de la faz de Dios baja a su frente
un raya de la Luz indeficiente
que en clarar suavemente la circunda
y el aire, el mar y el cielo todo inunda.

Sube, santa Mujer, oyendo el coro
que en tu alabanza vuela
en la solemne voz del mar sonoro
y en ecos de los montes empinados,
y en el són de los ríos despeñados,
y en las alas undívagas del viento
que rueda y se levanta
hasta la última estrella
que brilla en el confín del firmamento
y el himno augusto de tu gloria canta:
cayó el Dragón temido I ¡La Doncella
domó su cuello al fin con firme planta.

Salve, de nuestra estirpe protectora,
que oír no puedes del que ansioso llora
el ay! desgarrador, sin que tu mano
las lágrimas enjugue bienhechora.
A ti la enfermedad, y el cautiverio
y la orfandad, y la secreta pena
que silenciosa el corazón carcome
hallaron favorable: un he:nisferio
a otro hemisferio cuenta tus piedades
y la presente edad su voz levanta
respondiendo a la voz de otras edades
como cuando en el piélago desierto
la América se halló: fúnebremente
la onda sonante de la mar que hervía
azotaba rabiosa el lado abierto
de la nao que a Colombo conducía;
cinco veces el sol negado habia
su resplandor propicio;
sólo de cuando en cuando iluminaba
cárdena luz del rayo
el vórtice insondable
adonde, rota ya la débil lona,
la nave el aquilón precipitaba.

« Los destinos de un mundo,
Señora, van allí!» Y oyó clemente
esa voz de dolor que rasgÓ el vicnto
y apareció en la sombra, y al momento
ccsó del mar el rebramar profundo:
de orïambar se tiñe ci firmamento;
tornan dc nuevo a desplegar las brisas
con regalado són su débil ala,
y por sobre las ondas ya sumisas
la redimida nave se resbala;
y con la nueva aurora
la americana tierra
tocó por fin la venturosa prora.

Oh! para celebrar bienes tan grandes
unid, hijos dc América, las voccs
al himno revercnte del poeta
que baja de la cumbre de los Andcs
a Jas ardicntes playas
que el Plata y Rimac baíïa, y Magdalena,
y Amazonas tcrrífico y el Guayas.
Madres americanas! iYa vosotras
arrullad vuestros hijos en la cuna
con la canción sencilla
a la excelsa Señora,
y Virgen sin mancilla
del Nuevo Mundo Madre y protectora!






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DOTTORE IN S. TEOLOGIA CON SPECIALIZZAZIONE IN MARIOLOGIA
DOCENTE ALL'ISSR "SAN LUCA" DI CATANIA

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